El origen de la filosofía occidental se encuentra en la Antigua Grecia (concretamente en Jonia, en la península de Anatolia); de hecho, se cree que Pitágoras de Samos fue el primero en utilizar el término. Según Pitágoras, la vida era como los juegos olímpicos, porque «en ellos encontramos tres clases de personas: las que buscan honor y gloria, las que buscan riquezas, y las que simplemente buscan contemplar el espectáculo, los filósofos».
Los filósofos griegos, origen de la filosofía occidental
La filosofía griega se divide en tres períodos: el presocrático, el griego clásico y el helenístico. En el primero, se comenzó a criticar la tradicional concepción mitológica del mundo y se buscó una alternativa natural y unificada (filosofía de la naturaleza, hoy conocida como cosmología); en la que se partía de un pricipio originario y una materia primordial. Para Thales de Mileto, el agua; para Anaximandro, lo indeterminado (ápeiron), a partir de lo cual surgía lo frío y lo caliente; y para Anaxímenes, discípulo de éste, el aire.
Para Pitágoras (quien sostendría la novedosa idea de inmortalidad del alma y su transmigración tras la muerte), la esencia y la estructura de todas las cosas podía ser determinada por relaciones numéricas; los números, por tanto, eran el principio determinante y estructura de toda la realidad. Heráclito, por su parte, postuló como tal estructura a la razón (el logos), un principio unificador de los opuestos; mientras que Parménides señaló la unidad e inmutabilidad del ser, ya que el no-ser, sencillamente, no existe.
A mediados del siglo V a. C., con la aparición de los sofistas (los que enseñaban sabiduría y buena ciudadanía) y de Sócrates, el hombre pasó a ser el centro de las reflexiones filosóficas; alejándose así de la cosmología y poniendo el foco en la ética y la política, así como en la naturaleza del lenguaje, las normas sociales y las leyes. Es el punto de inflexión entre el primer período y el segundo, el griego clásico, en el que se sentaron las bases de la definición de las cosas (Platón) y la clasificación de toda la realidad (Aristóteles); y se establecieron algunos de los supuestos filosóficos fundamentales que han sido vigentes hasta hace relativamente poco tiempo.
Finalmente, en el período helenístico (o post-aristotélico), caracterizado por la decadencia de las polis y las guerras por suceder a Alejandro Magno, surgieron entre otras varias corrientes filosóficas que situaban la salvación individual en el centro de sus preocupaciones. Así, Epicuro de Samos defendía una doctrina basada en la felicidad, consistiendo ésta en una continua pero prudente búsqueda del placer; tanto corporal como intelectual. Los estoicos iban más allá, ya que su objetivo era alcanzar la felicidad y la sabiduría prescindiendo de los bienes materiales. Por otro lado, surgió el escepticismo, corriente basada en la duda; que exigía evidencias a las afirmaciones, y no emitía juicios, sólo opiniones. La finalidad de las tres corrientes era alcanzar la ataraxia, o sea, la tranquilidad y la serenidad en relación con el alma, la razón y los sentimientos; si bien a los escépticos les resultaba más fácil, ya que al no creer en nada no entraban en conflictos con nadie.
4 destacables filósofos griegos
Thales de Mileto (s. VII – s. VI a. C.)
«El agua es el elemento y principio de las cosas.»
Thales de Mileto, uno de los Siete Sabios de Grecia, se adelantó a las teorías evolutivas al afirmar que el agua era el elemento primero de todas las cosas que existen, lo que dio comienzo al universo; una idea que los griegos llamaban arjé (del griego ἀρχή, fuente, principio u origen). Tal vez se trate de la primera teoría occidental sobre el mundo físico, por lo que muchos le consideran el primer filósofo griego y, por tanto, occidental; para otros, sin embargo, este honor recaería en su discípulo Anaximandro, por ser el primero en dejar escritos sus estudios (aunque sólo queda un fragmento de su trabajo).
Sócrates (470 – 399 a. C.)
«Habla para que yo te conozca.»
Sócrates, que dedicó su vida a la búsqueda de la verdad, afirmaba que toda indagación filosófica debía partir del reconocimiento de la propia ignorancia. No dejó ningún escrito, por lo que casi todo lo que se sabe sobre él se debe a los textos de Platón, su discípulo, al incluirle en sus diálogos. De hecho, la frase más famosa que se le atribuye, «sólo sé que no sé nada», en realidad proviene de un fragmento de Apología de Sócrates, de Platón, en el que Sócrates, supuestamente, dice: «Este hombre, por una parte, cree que sabe algo, mientras que no sabe. Por otra parte, yo, que igualmente no sé, tampoco creo».
Sócrates es reconocido como el padre de la filosofía política y de la filosofía moral (o ética); y su mayor contribución al pensamiento occidental es el «método socrático» (o mayéutica). Consiste en mantener un diálogo reflexivo y razonado en el que se descartan hipótesis una tras otra en busca de la verdad, siempre partiendo de una premisa en la que ambos estén de acuerdo. Así, Sócrates pasaba su tiempo dialogando con todo aquel con quien se cruzaba; y por lo visto, cuando le presentaban a alguien, siempre decía «habla para que yo te conozca».
Platón (427 – 347 a. C.)
«Podemos perdonar fácilmente a un niño que le tiene miedo a la oscuridad, la verdadera tragedia de la vida es cuando un adulto le tiene miedo a la luz.»
Platón es uno de los filósofos más destacados de la historia. Sus obras, siempre en forma de diálogo, constituyen un punto central de la filosofía occidental. Escribió sobre los más variados temas; entre otros, política, ética, psicología, antropología, metafísica o cosmología. Además, fundó la Academia, una escuela filosófica ateniense, antecedente de las universidades, dedicada a investigar y a profundizar en el conocimiento; en la que se desarrolló casi todo el trabajo matemático de la época, y se enseñó medicina, retórica y astronomía durante unos 900 años.
Su mayor aportación filosófica es la teoría de las ideas o teoría de las formas, en la que hacía una distinción entre el mundo sensible y el mundo inteligible; que viene a decir algo así como que la realidad no es otra cosa que nuestra percepción de la misma. En la Alegoría de la caverna, de su libro de la República, Platón explica a modo de metáfora la relación del ser humano con el conocimiento. En ella, un grupo de prisioneros, que viven desde que nacieron en la profundidad de una cueva, tienen las piernas y el cuello encadenados, de tal manera que sólo pueden mirar hacia una pared. Tras ellos se encuentra un muro, y al otro lado del muro hay una hoguera. Entre el fuego y el muro pasean continuamente hombres que portan variados objetos, proyectando sombras en la única pared que ven los presos. Así, éstos consideran como verdad las sombras de los objetos, ya que nunca han conocido otra realidad.
Aristóteles (384 – 322 a. C.)
«El sabio no dice todo lo que piensa, pero siempre piensa todo lo que dice.»
Los escritos de Aristóteles abarcaron multitud de temas (política, ética, zoología, estética…), transformó muchas de las áreas del conocimiento que abordó; y se le considera el padre de la lógica y de la biología. Aunque existen reflexiones previas, es en su trabajo donde se encuentran las primeras investigaciones sistemáticas sobre ambas materias. Fue alumno y discípulo de Platón en la Academia durante 20 años (aunque más tarde criticaría su teoría de las ideas como una innecesaria «duplicación del mundo»); después, fue maestro de Alejandro Magno; y finalmente fundó en Atenas su propia escuela filosófica, el Liceo, con una orientación empírica, basada en la experiencia, a diferencia de la Academia, de naturaleza más especulativa.
Una de sus aportaciones fue la «filosofía primera» o teología (término usado por primera vez por Platón); conocida por sus discípulos como metafísica (palabra que más tarde adquiriría un significado más amplio), y a partir del s. XVII como ontología (considerada hoy en día una parte de la metafísica). Simplificando mucho, es un proyecto de ciencia con pretensión de universalidad que se dedicaría al estudio del «ser» como un todo, en tanto que el resto de las ciencias estudian cada una de sus partes.
No obstante, su principal aportación, que resultó influyente durante más de 2000 años, es su investigación acerca de los principios del razonamiento válido o correcto; la lógica. La parte central de su estudio es el silogismo o deducción; que en sus propias palabras es «un discurso en el cual, establecidas ciertas cosas, resulta necesariamente de ellas, por ser lo que son, otra cosa diferente». Es decir, en el silogismo se establecen dos premisas (una universal y cierta, y otra particular relacionada con la primera) y una conclusión: A=B y C=A, por tanto, C=B. Por ejemplo: «Todos los mamíferos son animales» y «Todos los humanos son mamíferos»; por tanto, «Todos los humanos son animales».
*Imágenes de Wikipedia.
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